75. Hasta que despierte
75
Eva
—Luna...
—Luna...
Alguien me llamaba desde la distancia, pero mis ojos se negaban a abrirse. Mi cuerpo pesaba como si fuera parte del mismo lecho en el que yacía, y, sin embargo, podía escuchar cada sonido a mi alrededor: los pasos suaves, las voces apagadas, los suspiros de preocupación.
¿No puedo despertar? me pregunté a mí misma, atrapada en algún rincón de mi mente.
Miré a los lados —o eso creí hacer— y no vi a nadie. Solo esa oscuridad espesa que se siente cuando una parte de ti ya no sabe si pertenece al mundo de los vivos o al de los que se quedaron atrás.
Y entonces, algo cambió.
Una mano pequeña, cálida, dulce... se posó sobre la mía. No era imaginaria. Era real. Me ancló. Como si alguien hubiera arrojado una cuerda desde la superficie para sacarme del abismo.
—Mami... ¿estás ahí? —susurró Kristal con su vocecita angelical, quebrada por las lágrimas contenidas.
Y entonces...
—¡Mami! ¡Mami! —llamó Kristen, insistente, temblorosa.
Sentí un golpe en el pecho, una presión