143. Los Sueños perdidos de la oscuridad
Mientras tanto, cerca de ellos, pero en una poza separada, los mellizos habían terminado de lavar sus ropas, y ahora se dedicaban a explorar los bordes de la caverna con esa curiosidad insaciable que caracterizaba a los niños. Sus ropas colgaban de formaciones rocosas donde las habían puesto a secar, y ellos corrían desnudos de un lado a otro, recogiendo piedrecitas brillantes y examinando las formaciones más interesantes, pensando que, si no tuvieran los collares en sus cuellos, se hubieran transformado en lobos y estuvieran corriendo por todo ese lugar
—¡Mira esto, Zacary! —gritó Lyra, señalando hacia una formación de cristales que crecía directamente de la pared—. ¡Parecen diamantes! ¡Que bonito! Los tomaré, voy a hacer un collarsito que me voy a poner para verme bonita —dijo Lyra arrancando un pedazo de ese cristal con cuidado.
—No son diamantes, tonta —corrigió su hermano con esa precisión que lo caracterizaba—. Son formaciones de aerolita cristalizada. Probablemente han estado c