87. Los regalos del lord
La mujer asintió, empaquetando todo con cuidado en cajas elegantes y bolsas resistentes. La suma total era considerable, incluso para alguien de su posición, pero Malcolm apenas parpadeó al entregar las monedas de oro como si fueran simples monedas de cobre. El valor de ver la sorpresa en los rostros de Josephine y los niños no tenía precio para él, además ya tendría una buena excusa para que la Druida “pagara” todo eso.
Los encargados de la tienda cargaron todo en Luna, que resopló bajo el peso adicional. El sol ya estaba alto en el cielo cuando finalmente terminó sus compras, él vio el reloj mecánico en la torre principal de Aurocanto, y anunciaban la 1:30 de la tarde. A pesar de que había pasado toda la mañana ocupado, su mente nunca se había apartado de la casa del bosque, Josephine y los cachorros. Cada decisión, cada elección de color o tela, había sido hecha pensando en ellos.
Con un sentimiento de emoción que no recordaba haber experimentado en años, Malcolm espoleó a Luna haci