Capítulo 25. Silencio
Al abrir la puerta de la casa, escuché las voces de mi papá y de Nana en el jardín trasero. El olor a té de hierbas y pan recién hecho flotaba en el aire, cálido y hogareño, como si el mundo no se estuviera desmoronando a nuestro alrededor. Caminé hasta la terraza, donde los encontré charlando bajo la luz tenue de la luna.
—¿Estás bien, Cece? —preguntó papá en cuanto me vio, con el rostro tenso, casi desencajado—. ¿No te lastimaste? ¿Por qué tardaste tanto en volver? Derek me dijo que ya no estabas en la frontera.
—No te preocupes, papá. Estoy bien. Eran solo unos renegados —respondí, intentando sonar tranquila mientras me servía una taza de té caliente.
Guardé silencio unos segundos, pero las palabras me quemaban en la garganta. Necesitaba contarlo.
—Cuando llegué, ayudé a acabar con algunos… pero a lo lejos vi unos ojos rojos. Oscuros, extraños. No eran de lobo. Fui a investigar.
Nana y papá se miraron de inmediato, un gesto rápido pero cargado de preocupación.
—¿Fuiste sola? —la vo