—Mmm, apresúrate, Cece —gruñó el Alfa con un dejo de impaciencia—. No tengo todo el día y aún debo comunicarme con mis otros territorios para que estén alertas.
—Ok, ok… ya casi termino. Está buenísimo —respondí con descaro, apurando los últimos bocados. Sabía que lo que tenía que decir era urgente, pero, por alguna razón, verlo contenerse y practicar su paciencia me causaba un extraño placer.Él permanecía en la puerta, con los brazos cruzados, tamborileando los dedos sobre su antebrazo, una sombra de fastidio y expectación en su mirada.—Bien, ya terminé. Vamos —me levanté con una sonrisa traviesa, despidiéndome con un gesto a Ana—. Gracias, estaba delicioso.Salimos y caminamos hasta su oficina. El aire entre nosotros estaba cargado de electricidad, una tensión latente que me erizaba la piel.—Habla, Cece —dijo con voz grave apenas cerró la puerta detrás de nosotros—. No tenemos todo el día.Me incliné levemente. —Antes de nad