57. El último beso será con pólvora.
Narra Ruiz.
La soledad pesa más cuando huele a perfume.
Y esta noche, hasta las paredes la extrañan.
Me despierto solo. El aire está frío, y la cama, deshecha. Mis manos todavía huelen a su piel, como si no entendieran que ya no está. Como si no quisieran aceptar que se fue. Que me dejó.
Que me robó.
El corazón late con fuerza, pero no es amor. Es rabia.
Camino desnudo por la habitación, con los puños cerrados y los ojos clavados en las sombras. Los ventanales del piso trece reflejan la ciudad dormida, ignorante del monstruo que acaba de despertar.
La pantalla de seguridad se enciende con un parpadeo. Reviso las cámaras. Una por una. Cada rincón. Cada pasillo. Cada sombra.
Y ahí está.
Lorena.
Moviéndose como una sombra de terciopelo entre los muros que yo mismo mandé construir. Deslizándose como una ladrona. Con la foto en la mano. Esa puta foto.
La veo detenerse. Temblar. Romperse.
Llorar.
Y durante un instante, muy breve, muy putamente humano, me duele. Me arde.
Porque la he visto g