516. El pacto en la penumbra.
Narra Lorena.
La habitación está cerrada y siento que el aire pesa más de lo que debería, como si los muros hubieran decidido apretarse en silencio para recordarnos que aquí no entra la luz, que lo que estamos a punto de hacer no resiste la claridad del día, y el humo del cigarro de Jean Pierre se enrosca en el aire como un animal lento que se instala en cada rincón, cubriendo los muebles, la mesa, nuestros propios cuerpos, mientras los vasos de whisky reflejan un brillo apagado, la transparencia rota por el ámbar que gira cuando él mueve la muñeca con esa calma teatral que siempre me irrita y me fascina a la vez.
Yo permanezco con los dedos entrelazados, jugando con el anillo invisible que ya no tengo, un gesto que se me escapa cuando estoy a punto de ceder a la desesperación, y escucho la voz de Gomes que se quiebra apenas en los bordes pero mantiene la firmeza de quien ha pronunciado demasiadas órdenes en su vida; habla de su contacto, de ese hombre que puede infiltrarse en la mans