401. Con el cuchillo entre los dientes.
Me criaron entre gritos. Me alimentaron con odio. Nadie me enseñó a contar hasta diez antes de romperle la cara a alguien.
Todo pasa tan rápido que ni sé si respiro.
La música sigue sonando como si nada. Como si el tipo no estuviera en el piso, escupiendo sangre y dientes. Como si yo no estuviera parada encima de él, con una botella rota en la mano derecha y el corazón latiéndome en la garganta como si quisiera escaparse de mí.
No lo miro.
No hace falta.
Ya sé que no se va a levantar.
Sami me agarra del brazo con desesperación.
—¡Dale, boluda, dale! ¡La cana! ¡Nos vamos!
Luces estroboscópicas. Vómito ajeno. Gente gritando. Una tipa se desmaya. Un flaco graba con el celular. Otra grita "¡eso fue defensa propia!" pero nadie sabe una mierda de nada. Nadie vio que el hijo de puta me tocó sin permiso. Nadie vio que yo simplemente reaccioné. Como reaccionamos los rotos. Los que no tuvimos margen de error desde que nacimos.
Corremos por una puerta trasera que huele a humedad y a muerte vieja