318. Humo en el cristal.
Narra Gomes.
No sé si lo que siento es esperanza o asco. Tal vez un poco de ambas cosas.
Son las tres de la mañana. Hace horas que no parpadeo frente a las pantallas. Me arden los ojos, me duele la espalda y me queda menos café del que debería tener un ser humano funcional. Pero no puedo irme. No ahora. Porque ahí está. Una línea de código. Un fragmento. Una rendija. Algo que antes no estaba.
La conversación apareció en uno de los servidores intervenidos de la zona norte. No tendría que haber pasado por ahí, salvo por un error. Un retardo en la encriptación, quizás. Una interferencia mínima. Pero la dejó registrada.
Y la conversación, aunque cifrada, no es de las que se olvidan fácilmente.
“¿Está lista para el traslado?”
“Todo bajo control. Como lo planeamos.”
“¿Hay rastros?”
“Nada visible. Pero ya sospechan.”
“¿Y ella?”
“Todavía cree que tiene el control.”
No hay nombres. No hay ubicaciones. Pero el sistema de rastreo devuelve un remitente que me resulta dolorosamente familiar.