291. El reloj de arena.
Narra Gomes.
Hay días en que uno siente que la investigación avanza.
Y hay días como hoy.
En los que todo parece girar en círculos.
Hasta que, de golpe, una línea se rompe.
Y se abre una fisura.
Una grieta en la noche.
Estaba repasando, por quinta vez, las evidencias del segundo crimen.
El cuerpo colgado como un títere, el mensaje escrito en el pecho, la sangre ordenada como si fuera pintura.
Era arte, sí… pero también era obsesión.
No lo hacía por dinero.
No lo hacía por venganza.
El tipo estaba creando una narrativa.
Y eso, en este país, ya me sonaba conocido.
Revisé las transcripciones del primer y segundo caso. Las anotaciones del forense. La secuencia de objetos.
Y entonces me detuve en un detalle.
Una frase escrita con tiza, casi invisible, en el segundo escenario:
“Donde se apaga la palabra, nace la imagen.”
Esa frase me sonaba. No era una cita filosófica. Tampoco un refrán.
Tenía cadencia de título.
Me levanté de golpe.
Fui hasta el archivo digital de publicaciones culturales.