179. La cuna de los lobos.
Narra Lorena.
La escucho.
Esa maldita explosión sorda que no sabés si es un disparo o tu corazón rompiéndose del susto. Me levanté como pude, con la beba en brazos, temblando, el cuerpo aún en deuda con el descanso. Corrí hasta la puerta del cuarto, pero no abrí. Me quedé quieta, los oídos clavados como cuchillos en la oscuridad. Un silencio denso, aceitoso, me cubrió la garganta.
Y entonces, las risas.
Ligeras. Jóvenes. Como si la tragedia fuera un chiste contado en el recreo.
Golpean. Un golpecito suave en la puerta. Como si nada. Como si esto fuera una visita amistosa.
Y entra ella.
Brisa.
Esa piba que parecía asustada hace apenas un rato. Ahora tiene los ojos fríos y una sonrisa de loba con ropa prestada. Me mira. Yo la miro. No quiero creerlo. No puedo. El cerebro me dice que no, que es otra cosa, que es un error. Pero el instinto... el instinto ya está gritando.
—¿Dónde está Gomes? —pregunto, casi sin voz.
No contesta. Me ignora como si fuera una pared. Camina directo hacia la c