164. El cuerpo lo sabía.
Narra Lorena.
La noticia llega como un golpe seco en el pecho, sin aviso, sin anestesia, sin la más mínima compasión.
Gomes toca el timbre a eso de las cuatro, cuando la tarde empieza a bajarse de los techos y se mete despacio por las hendijas de la casa. Yo estoy en la cocina, revolviendo un café que no pienso tomar, con los codos apoyados en la mesada como si me sostuvieran la existencia. Los dos policías que me custodian, porque todavía hay miedo de que alguien del círculo de Ruiz quiera venganza, ni se inmutan. Ya están acostumbrados a que Gomes venga. Cada vez más seguido. Cada vez más tarde. Cada vez con esa cara que no me dice nada… pero lo dice todo.
Hoy trae algo más que silencio.
Se sienta. No acepta café. Me mira. Y yo ya sé. No necesito que lo diga. Lo que pasa es que me lo niegue un ratito más. Que lo oculte. Que lo cubra con tecnicismos. Pero lo dice.
—Apareció un cuerpo. En las afueras. La familia la estaba buscando.
Danny.
La piba del auto destartalado que me abrió la