Capítulo 91. Campo de caza.
Los gritos se sobrepusieron a las risas. Las sillas se arrastraron, las armas se levantaron. Hombres armados corrieron hacia la entrada más cercana, apuntando hacia la humareda que todavía salía de la puerta hecha añicos.
Salomé, bajo la mesa, con la boca sangrante y el vestido roto, sintió el silencio en su interior: el instante en que comprendió que su desgracia, tal vez, estaba a punto de volverse peor.
Los Korvax fueron los primeros en reaccionar. El rugido de sus armas resonó en la sala cuando los fusiles automáticos se levantaron y comenzaron a disparar hacia la humareda. El eco metálico de los proyectiles contra las paredes, el estruendo de los casquillos cayendo al suelo, y los gritos de órdenes mezclados crearon una cacofonía imposible. Aunque su ataque no fuera respondido aún.
—¡Cubran las entradas! ¡No dejen que entre nadie! —bramó Royce, volteando la mesa y usándola de escudo.
El aire se llenó de pólvora y madera astillada. Los hombres de Trumble disparaban hacia las som