Capítulo 90. Tiempo paralizado.
La sombra que ahora veía cuando la luz la cubrió desde la espalda, logró que otro pedacito del corazón de Salomé se destruyera. Siempre estaba erguida, elevando la barbilla y sintiéndose tan hermosa como segura. Ahora no era así.
En ese momento veía un figura decaída, con los hombro casi ahogando su cabeza, sus piernas débiles y sus manos temblando.
Su cuerpo dolía como nunca imaginó que dolería. Las marcas de los azotes en sus piernas eran más visibles ahora que cargaba un vestido, el cual solo la hacía sentir más pena por lo que ahora era.
Le ofrecieron más agua, otro bocado, ella masticó apenas antes de pasarlo con el nudo que no desapareció cuando tragó. Dolía su garganta, quemaba lo que caía en su estómago.
—Deja el llanto, me costó arreglar tu desastre, no pienso quedar mal ante ellos por tu culpa— dijo la mujer que le atrapó la lágrima del ojo derecho. —Come más.
«Tu culpa».
Esas palabras eran tan habituales para ella durante esos días que comenzaba a creerlas.
No quiso