Capítulo 82. Ardor helado.
Los disparos terminaron de reventar los vidrios como si fueran papel. El vehículo tembló bajo la lluvia de balas. Vito se lanzó hacia Salomé, cubriéndola con su cuerpo mientras Sable y Corva se hicieron de sus armas para devolver fuego por las ventanillas.
El aire se llenó de pólvora y un olor putrefacto que llegó a los pulmones de Salomé cuando vio sangre goteando sobre ella. Intentó levantarse, pero Vito lo impidió con la mano sobre su nuca.
—¡Mantente abajo! —rugió Vito, empujándola contra el piso entre los asientos.
Una bala reventó el espejo retrovisor y otra se incrustó a centímetros de la cabeza de Corva. Sable, con reflejos de acero, logró derribar a dos de los encapuchados que se acercaban, pero un tercer atacante lo sorprendió por el flanco al tomarlo por el cuello con una mano. El cuchillo atravesó su pecho en dos ocasiones con un movimiento brutal.
—¡Carajo! —gritó Corva, intentando alcanzarlo, pero fue derribado por un golpe con la culata de un rifle que lo dejó aturdido