Capítulo 72. Una condición.
—Él vino solo —intentó balbucear el médico—. Nadie lo obligó, yo solo…
El golpe seco contra su sien lo derribó de inmediato. Johan bufó, girando apenas los ojos hacia Aaron, pero este ni siquiera lo miró. Solo lanzó un pasaporte y un boleto de avión sobre su torso, como si fueran piedras.
—Los Müller son cobardes —sentenció, con una voz tan firme que parecía estar dictando una verdad escrita en piedra—. Siempre lo fueron. Esa marca la cargan aunque caminen por el mismo infierno.
Johan le devolvió la mirada, oscura, y se incorporó despacio.
—No es contigo. No intentes usar psicología inversa conmigo— se colocó la camisa con enfado sin cerrarla—. Viví con Braulio, soporté sus sermones y sus juegos de palabras toda mi vida y los tuyos no me interesan ahora.
Aaron sonrió apenas, pero no fue burla. Fue esa clase de sonrisa de quien escucha a un muchacho reclamar adultez con los bolsillos aún llenos de piedras.
—Me alegra que lo tengas claro —continuó, quitándose el saco y colgándolo en la