Johan extendió y encogió los dedos, a medida que caminó hacia el estacionamiento. Comenzaba a sentir desagrado por ese hormigueo extraño cada vez que la tocaba últimamente. Abrieron la puerta de la camioneta para él, con Isla organizando su salida no hubo contratiempo.

«Salomé Fierro» maldit0 delirio disfrazado de ganas temporales. Porque no eran temporales.

Solo usaba esa palabra disfraz para no admitir que en lugar de desaparecer esas ansias por su cercanía, sólo aumentaban.

Un viaje con ella sería un peligro real, porque significaría que más personas podrían verlos. Y ante más personas, que algo se filtrara...

Le cortaría la lengua a quien lo hiciera. Simple. Arrancar el problema de raíz era siempre la solución y él sabía diferentes maneras para hacerlo.

—¿Todo bien, señor?— Isla irrumpió en sus pensamientos. Él volvió a cerrar el puño, aclaró su garganta para apoyar el codo en la ventanilla y asintió.

No iba a exponer que estaba molesto, porque mientras le gustaba verla nervi