Capítulo 34. Sucio placer.
El golpe de sus cuerpos dejó claro que los reclamos por la llegada tarde o negociar reglas no tenían cabida. La espalda de Salomé rebotó contra la pared, sus labios estaban siendo destrozados por el beso hambriento de Johan, que la mordía como si quisiera arrancarse las ganas.
Las manos de él desgarraban sus dudas con cada caricia, arrancaban gemidos que morían en su boca, mientras ella se sintió limitada por el vestido apretado de sus piernas.
Con desesperación sintió que debía deshacerse de él. Se estaba incendiando. Todo quemaba. La lengua de Johan hurgando en su boca, las manos urgidas abrazando sus cintura para luego colocarla sobre el sillón tántrico.
Y en cuestión de segundos este pasó por su cabeza, cayendo al suelo, solo para que Johan observara la pieza que apresaba la parte superior. Sintió como la boca se le hizo agua al descender por la figura que recorrió con las manos al posarlas y descender hacia la tela delgada que cubría esa zona que Salomé percibió demasiado húmed