Leandro
Increíble, la capacidad que tiene esta mujer para desaparecer y dejarme con ganas de darle unas nalgadas y no en el buen sentido de la palabra, pero cuando aparezca, conocerá mi ira.
Inconsciente, mira la hora y ni señales de vida da, como si no supiera cómo están las cosas con mafiosos furiosos por su culpa. ¡Paciencia!
De pronto, escucho mi teléfono, al ver la pantalla —“Mi Rosa”,—es ella. No voy a negar que me entra el alma al cuerpo.
—¡Dios, mujer! ¿Se puede saber dónde estás? Mira la hora que es y no avisas.
—Ya sé, lo siento. Estoy resolviendo un asunto importante y se me complicaron las cosas y ni siquiera llamar, había podido.
—¿En dónde estás? Voy por ti.
—¡No! —¿Cómo que no? Demonios.
Calma, Leandro. Calma.
—Estoy un poquito lejos, pero no estoy sola.
—Si no estás conmigo, estás sola.
—Leandro, no empieces. Estoy con Carlos y Luis.
—¿¡Estás en la casa de un hombre!? ¿Me hablas en serio, Koller?
—Sí, don gruñón. Estoy con dos hombres, en una casa, resolviendo un probl