Liah
No podía creer lo que estaba viendo, lo que siempre había querido de este hombre, y me lo estaba dando justo ahora cuando estamos en “descanso”.
—Mi rosa.
—Dijiste que tus sentimientos eran confusos, que no podías decirme algo que no sentías —mencioné recordando la última conversación en casa.
—Yo no dije que no lo sentía. Dije que en ese momento no podía decirte lo que querías escuchar porque estaba muy molesto con todo lo que me acababa de enterar.
Se me olvidaba que es bueno con las palabras y acciones a su favor.
—Eres un tramposo, tenías todo planeado.
—Más o menos, era uno de mis regalos de aniversario.
—Por Dios.
Vuelvo a ver embelesada toda la decoración: rosas blancas y rojas desde la puerta, al recibidor, la habitación y el baño; no hay espacio que no tenga rosas. Como la noche de boda, corazones con pétalos y alumbrados con luces artificiales dentro de globos de corazones y lo más hermoso.
En la pared del recibidor había un letrero de rosas con la palabra: “Ich liebe d