Leandro
Increíble que mi rosa siga tan terca y reacia a volver conmigo al hotel y a Suiza, y lo que es más insólito, me ha tocado vivir bajo el mismo techo que Kira porque si Liah no quería volver, yo no la iba a dejar.
Me he llenado de paciencia y bajado mi hostilidad hacia Kira, aún desconfiado, pero debo admitir que la víbora es la única que me está ayudando a su manera de convencer a Liah aun cuando no pierde oportunidad de irritarme con algún que otro comentario.
—Demonios —escuché a Kira llegar del instituto. —¿Me puedes decir cómo se hace cuando quieres matar a un profesor y no puedes? Debí hacer de tu vida un infierno.
—Por supuesto, siempre hay uno —respondí.
—¿Qué hiciste?
—Estudie el doble; cuando me quería debatir, lo dejaba sin armas y, en mi concepto, lo dejaba en ridículo hasta ganarme su respeto. ¿Por qué crees que te odia?
—Dice que no por ser niña rica tengo comprado el título.
—Eso no tiene sentido— aunque conociéndola—, ¿has estado presumiendo quién eres?
—Ni siqui