Quiero divorciarme.
El teatro donde se celebraba la entrega de premios empresariales de cada año parecía un templo consagrado al dinero y al poder.
Catalina Delcourt estaba allí porque debía aparentar y acompañar a su esposo que fue nominado a Empresario del Año, no porque lo deseara.
Cada fibra de su cuerpo reconocía que esas ceremonias eran escenarios diseñados para alimentar el ego insaciable de Luciano, y cada minuto que pasaba se sentía atrapada en una jaula dorada.
Catalina sentía el peso de cada mirada y cada gesto de la familia de su esposo.
Margot, Sebastián y Adeline la habían despreciado desde que volvió del manicomio, y ahora compartir el mismo espacio con ellos era como estar en un campo minado.
Cada palabra, cada silencio y cada sonrisa fingida le recordaban que nunca la habían considerado una igual, sino una intrusa que debía ser observada con desconfianza y repelida con crueldad.
—Algunas mujeres saben bien cómo aprovechar un apellido —comentó Margot con un dejo de falsa inocencia, mientr