Eres un héroe que cuida a mamá.
En la Casa de los Cerezos.
Después de tanto tiempo, Catalina sintió que la palabra hogar tenía sentido otra vez.
Había una serenidad extraña en el aire, ya no existía el miedo, ni la amenaza constante de Luciano. Todo parecía en su sitio, porque él estaba donde debía estar, y por fin la paz se sentía real.
Sara hablaba sin parar, moviendo las manos con energía, sus ojos brillaban como si quisiera revivir cada detalle que le contaban.
Étienne y Mario la escuchaban con paciencia y diversión, intercambiando miradas cómplices cada vez que ella se exaltaba demasiado.
—No puedo creer que me perdí todo eso —decía, golpeando la mesa con las uñas pintadas de rojo, todavía indignada—. ¡Por Dios, Catalina! ¿Cómo no me llamaste para verlo en directo? ¡Me habría encantado ver la cara de ese imbécil cuando lo declararon culpable! —soltó, dejando escapar una risa ahogada que intenta