La medianoche envolvía el puerto en una niebla espesa, con el olor a sal y metal flotando en el aire. Los contenedores apilados formaban un laberinto oscuro, iluminado solo por farolas parpadeantes.
Lisandro estaba de pie en el muelle, con el viento agitando su chaqueta. Su rostro era una máscara de calma, pero su corazón latía con furia. Había planeado cada paso: los videos que hundieron a Iskra, la traición de Samuel, la filtración que expuso a Dante Salazar como el padre de su hijo. Ahora, estaba aquí, fingiendo amnesia, listo para enfrentar al hombre que había intentado destruir su vida. Pero sabía que Dante no venía solo a hablar.
En casa, Valeska estaba con Adrián dormido en sus brazos, sentada junto a Goran. La tensión no la dejaba descansar. Lisandro había insistido en quedarse solo esa noche, diciendo que necesitaba «pensar». Pero algo en su mirada, quizá esa chispa de control, la hacía dudar.
No era el hombre vulnerable que había cuidado tras el accidente. Sin embargo, despu