En el hospital, Valeska estaba junto a Lisandro, con Adrián dormido en una cuna portátil. Goran estaba en la entrada, hablando por teléfono con un contacto que investigaba los documentos de su pasado.
La caída de Iskra, arrestada por fraude tras los videos y mensajes filtrados, había traído un alivio temporal, pero Valeska sentía que el peligro seguía acechando. Lisandro, que estaba recostado en la cama, tenía esa calma que la desconcertaba: sus ojos brillaban con una astucia que no encajaba con el hombre «amnésico» que todos creían. Lo notó otra vez, pero decidió confiar en él. Era su amor, su familia, y después de todo lo que habían enfrentado, eso era suficiente.
—¿Crees que esto terminó con Iskra? —preguntó Valeska, ajustando la manta de Adrián. Su voz era baja, cargada de esperanza y cautela.
Lisandro la miró, con una sonrisa que ocultaba más de lo que revelaba.
—Iskra está acabada —dijo, encogiéndose de hombros—. Pero alguien como ella no actúa sola. Hay algo más grande detrás.