La comisaría olía a café rancio y papeles viejos. Valeska estaba sentada en una silla de plástico, con las manos apretadas en el regazo, esperando a que la dejaran ver a Goran.
La luz parpadeaba, dándole un aire aún más frío al lugar. Oliver y Fabricio estaban afuera, hablando con el abogado, pero ella apenas había escuchado sus explicaciones. Su mente estaba fija en una cosa: los documentos que habían encontrado con su padre. Fotos antiguas, nombres tachados, y un nombre que resonaba como una advertencia: Dante Salazar.
—¿Cómo pasó esto? —murmuró, mirando el suelo. No esperaba una respuesta, pero la pregunta la perseguía desde que había visto la foto en el teléfono de Fabricio.
La puerta se abrió, y un oficial la miró con expresión neutra.
—Puedes verlo ahora. Cinco minutos.
Valeska se levantó de un salto, con el corazón latiendo fuerte. Siguió al oficial por un pasillo estrecho hasta una sala de visitas. Goran estaba sentado al otro lado de un vidrio, con las manos esposadas sobre l