La luz del amanecer se filtraba por las cortinas del hospital, tiñendo la habitación de Lisandro de un gris suave.
Valeska estaba sentada junto a la cama, con el rostro cansado, pero los ojos fijos en su teléfono, esperando noticias sobre Goran. Lisandro, recostado, parecía perdido en sus pensamientos, pero su mente estaba más clara que nunca. La noche anterior, algo había cambiado.
Las palabras de Iskra durante su enfrentamiento habían desencadenado un torrente de recuerdos: conversaciones con ella antes del accidente, planes oscuros que mencionaba con un «socio» sin nombre, y pistas que ahora encajaban. No conocía a Dante Salazar, pero su memoria le decía que era la pieza clave detrás de Iskra. No lo había dicho a nadie, ni a Valeska. Fingir amnesia era su arma, y la usaría para tomar el control.
—¿Sigues despierto? —preguntó Valeska, mirándolo con preocupación. Su voz era cálida, a pesar del peso que llevaba.
Lisandro forzó una sonrisa débil, manteniendo su fachada.
—Apenas… ¿Algun