Valeska estaba en su habitación, rodeada de maletas abiertas, doblando cuidadosamente la ropa de Adrián, metiendo sus juguetes más queridos, esos que no podía dejar atrás aunque apenas supiera gatear.
Cada movimiento suyo llevaba un peso invisible, como si con cada camiseta, cada pijamita, estuviera empacando también los pedazos de una vida que no volvería a ser la misma.
Fabricio iba y venía entre las habitaciones, revisando los papeles del viaje, asegurándose de que todos los pasaportes estuvieran a la mano, que los tiquetes estuvieran impresos y en su lugar, que nada faltara. Su presencia era silenciosa, pero firme, como siempre lo había sido para ella. No preguntaba, no presionaba, solo estaba ahí. Ayudando. Sosteniéndola.
Goran, por su parte, observaba todo desde el marco de la puerta. Sus brazos estaban cruzados sobre el pecho, pero su mirada no era dura. Al contrario, reflejaba una mezcla compleja de emociones: orgullo, nostalgia, preocupación.
Él había sido quien movió las fic