**KLAUS**
La onda de rabia me asaltó, incluso antes de que sus labios pronunciaran el nombre que sabía que vendría. Ni siquiera había terminado la frase, y ya la bilis me subía por la garganta. Úrsula, con su habitual cautela, solo atinó a decir: “Estaba allí, justo en la entrada de la universidad… esperando, como si fuera el dueño del lugar”. Suficiente. Esas pocas palabras fueron detonantes de una explosión interna. Diego Meyer. El causante de todo. Su padre. El origen de tanta injusticia. Su sombra, su omnipresente y maldita influencia, que se extendía como una plaga.
Con la mandíbula tensa, apreté con fuerza mis dedos contra la superficie lisa del escritorio, intentando dominar la furia incandescente que me quemaba por dentro y me recorría la espalda como un latigazo. El calor de la ira se extendía por mis extremidades. Cerré los ojos con firmeza, conteniendo un grito silencioso. Tomé una respiración profunda, intentando aquietar el torbellino en mi mente. Inspiré, espiré. Una y o