Inicio / Romance / Acusada / No te dejaré caer III
No te dejaré caer III

Álvaro se paseaba nervioso en su oficina, llevaba dos días sin saber de Sarah y hoy era el día que debía volver a control para empezar a pisar con su bota de yeso. ¿La llevaría Sebastián o no le importaría? Estaba preocupado. Ni siquiera sabía si estaban juntos. O si la había golpeado nuevamente.

Tomó el teléfono y marcó el número de su mamá.

—Mamá, ¿puedes hacerme un favor?—la mujer, por supuesto no se negó— Necesito que le hables al doctor Santillana para saber si fue Sarah a verlo… Le tocaba control hoy y no he podido hablar con ella… Gracias… Te amo.

Álvaro esperó impaciente el llamado de su madre de vuelta, necesitaba estar seguro que Sarah se encontraba bien, con los cuidados que necesitaba, con lo que ella quisiera tener.  Cerró los ojos. No podía quitársela de la cabeza. Siempre estaba pensando en ella. Tal vez se estaba enamorando de nuevo. Después de tanto asegurar que no, una chiquilla llegaba y lo ponía de cabeza. Y ella precisamente, no podía ser así, no debía ser así. El corazón de ella pertenecía a Sebastián y jamás pertenecería a él.

La llamada de su mamá no lo calmó en lo absoluto, no había aparecido ni tenía hora para ese día. Su madre le reservó una hora para la tarde, aunque en realidad la consiguió por ser su amiga y colega. Decidió él mismo ir por ella, no tenía su número de teléfono por lo que no podía llamarla, lo que hubiera hecho desde el primer día.

Cuando llegó al departamento, se encontró con Sebastián que también venía llegando y, al verlo, sonrió molesto. Se subieron juntos al ascensor y después de un incómodo silencio, Sebastián se volvió a Álvaro.

—¿Qué haces aquí? —Le preguntó de mal modo.

—Vine a ver a Sarah, debería ir a ver al doctor Santillana.

—No lo necesita —contestó con orgullo—, yo la puedo cuidar perfectamente.

—No eres médico, eres abogado —le recordó Álvaro.

—Lo sé, pero ella no te necesita ni necesita a nadie más que a mí.

—Debes llevarla a sus controles —insistió Álvaro.

—Eso es algo que yo decido —cortó con firmeza.

—No lo decides tú, lo decide ella y el doctor.

—¿Qué pretendes, Álvaro? ¿No crees que es mucho menor que tú para conquistarla? Bueno, al parecer a ella le gustan los hombres mayores, si fue capaz de ser amante de mi padre…

—Ella no estuvo con él.

—Qué seguro suenas. No confíes en ella. No lo merece.

—¿Por qué estás con ella si no le crees? ¿Si no confías en ella?

Sebastián abrió la puerta y entró dejando abierto para que Álvaro lo siguiera.

—¡Mira quién está aquí, Sarah, tu noviecito! —Gritó Sebastián una vez dentro.

—Sebastián, no soy su novio —replicó Álvaro entrando al departamento, la belleza del lugar se veía opacado por el desorden que allí reinaba, totalmente contrario a como lo vio hacía unos días atrás. 

Sarah salió del cuarto saltando en un pie. Álvaro se adelantó a ayudarla y la llevó al sofá, Sebastián no hizo amago de acercarse para ayudarla, al contrario, se sentó en el gran sofá como si fuera el dueño del mundo.

—¿Qué hace aquí? —preguntó Sarah asustada más que nada por la reacción que Sebastián pudiera tener.

—Quiere verte, saber que te tengo bien cuidada —contestó Sebastián por él.

—Tienes que ir a control con el doctor Santillana —dijo Álvaro.

—Lo sé, pero…

—Ve con él. Eso es lo que quieres, ¿no?

Sarah lo miró con una tristeza infinita y  Álvaro sintió lástima por ella y más odio contra Sebastián.

—Sebastián… —dijo ella con voz suplicante.

—Te lo vuelvo a preguntar —Álvaro estaba molesto— ¿Por qué estás con ella si no confías en su amor por ti?

Sebastián sonrió con ironía y se levantó de su asiento para pararse mirando afuera al ventanal.

—¿Quieres saber la verdad? Si estoy con ella es para sacarle toda la información posible de la muerte de mi papá, ella lo mató y necesito su confesión.

Sarah reprimió un gemido. Álvaro la miró, sus ojos estaban aguados, la llevó hasta el sofá y la hizo sentar.

—No puede ser cierto eso que dices —dijo Álvaro atónito

—Lo es. ¿Tú crees que yo podría estar enamorado de una mujer como ella? —Hablaba como si ella no estuviera presente— No podría ni siquiera hacer el amor sin sentirme asqueado, si tú la vieras… sentirías lo mismo que yo.

—Sal de aquí —ordenó Álvaro—, no puedes tratarla de esa manera.

—Tiene razón, Álvaro, nadie podría amarme, menos él. Es mi culpa —intervino Sarah.

Álvaro la miró un segundo y luego caminó con decisión hacia Sebastián.

— Vete de aquí y no te vuelvas a acercar a ella —amenazó—. Ella no merece que la traten así y no lo permitiré, ni de ti ni de nadie.

—Bueno, me sacas un peso de encima, es demasiado tedioso tener que cuidarla. Las pruebas del asesinato de mi papá apuntan a ella de todos modos, no necesito su confesión para pudrirla en la cárcel.

—No si yo puedo evitarlo.

—¿Serás su abogado defensor? —Preguntó riendo— Es un caso perdido.

—Ya lo veremos. Ahora vete de aquí.

Sebastián dio la vuelta, caminó en dirección a la puerta, miró a Sarah por un milisegundo y salió golpeando la puerta con fuerza. Álvaro se agachó frente a Sarah que lloraba desconsolada y asustada.

—Tranquila, pequeña, todo saldrá bien —le dijo él con ternura.

—Cuando fue el accidente, mi vida fue en picada, sentía que caía a un hoyo profundo y negro que no tenía fin, y que Sebastián me dejara fue caer al vacío sin poder evitarlo —le confesó llorando mientras Álvaro acomodaba el cabello de Sarah detrás de sus orejas con cariño—, ahora me siento igual… siento que estoy cayendo nuevamente.

—Mírame, pequeña —le pidió con suavidad, ella lo miró con su rostro congestionado—. Yo no soy él. Yo no te dejaré caer.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP