CAPÍTULO 19
JULIÁN
La dejé en su casa cerca del mediodía, con el sol en lo más alto y un silencio tan pesado que me costaba hasta respirar. Ni un “adiós”, ni una mirada… nada. Monserrat entró sin girarse, cerrando la puerta con suavidad pero con ese aire de final que me heló la sangre.
Desde ese momento supe que algo estaba muy mal. Y que, por primera vez en mucho tiempo, no tenía ni idea de cómo arreglarlo.
Cuando llegue a mi casa me desplome del cansancio y dormí hasta el otro día. Cuando me levanté ya era pasado el mediodía. Entendía porque no tenía ningún mensaje de ella. Pasé la tarde entera intentando comunicarme con ella. Llamadas que no se completaban, mensajes que quedaban en “enviado” y nunca pasaban a “recibido”. Me dije que tal vez había apagado el teléfono… pero en el fondo sabía que no era eso. Su teléfono se había quedado en el salón de la fiesta.
Esa misma noche escribí a Elena y a Irina. Ninguna contestó. Al día siguiente, insistí. Me dijeron que no sabían nada, que t