CAPÍTULO 148
JULIAN
El ambiente en el paddock parece una fiesta de año nuevo: risas, golpes en la espalda, cámaras buscando ángulos, técnicos que van de un lado al otro con botellas de agua y trapos húmedos. Es la euforia propia de un doble podio; un fruto del trabajo y de la tensión contenida durante toda la temporada. Todos están felices, y eso debería bastarme. Debería bastarme porque el equipo hizo lo que había que hacer.
Me acerco a Santiago con una sonrisa franca y le doy la palmada en el hombro.
—Bien hecho —le digo—. Te lo merecés.
Él me mira con esos ojos todavía brillantes por la juventud, todavía asombrado por el primer puesto. Me cuenta, entusiasmado, que en las últimas vueltas sintió muy bien, pero que las paradas de pits no salieron tan perfectas, que los tiempos de combustible fueron muy diferentes a los normales.
Pero hay una nota que se repite en mi cabeza desde hace varias carreras y no consigo apartarla: los tiempos en los pits de santiago son más lentos de lo pre