CAPÍTULO 138
MONSERRAT
No recuerdo en qué momento dejé de pensar. Solo sé que sus labios estaban sobre los míos y todo lo demás se volvió un borrón. Julián y yo no podíamos separarnos. Sus manos me recorrieron con esa mezcla de delicadeza y fuerza que me hacía temblar, y yo, sin poder evitarlo, me aferré a él como si fuera el único refugio posible en medio de mis tormentas.
— Julián… aquí no… —dije entrecortada, aunque mi voz carecía de firmeza.
— No va a pasar nada malo, Montse. Solo quiero estar con vos. —Su respiración se mezclaba con la mía.
Me empujó suavemente hacia atrás, contra mi escritorio. Los papeles, las carpetas y hasta un bolígrafo rodaron al suelo, pero ninguno de los dos lo notó. Mis manos temblaban, no de miedo, sino de deseo. De ese deseo que llevaba años guardado en silencio, reprimido, contenido como un río tras un dique que acaba de romperse.
Me besó más profundo, como si quisiera beber de mí, y yo lo dejé. Mis dedos se enredaron en su cabello, lo atraje hacia m