CAPÍTULO 127

MONSERRAT

No era exactamente lo que llamábamos “miércoles de mujeres”, pero ya hacía semanas que esas reuniones se habían transformado en algo más abierto. El grupo se había ampliado y, la verdad, yo no lo veía mal. A veces necesitaba la frescura de las charlas con los chicos, la complicidad compartida, la sensación de que todos estábamos en la misma página de nuestras vidas, creciendo, cayendo y levantándonos juntos.

Ese miércoles nos reunimos en casa de Juan y Claudia. El apartamento de ellos siempre me había parecido acogedor, como si su calidez natural se impregnara en cada rincón. Llegué justo al mismo tiempo que Julián. Qué raro, pensé, pero al mismo tiempo… qué común se había vuelto encontrármelo. Últimamente parecía que el destino insistía en cruzarnos, una y otra vez.

—Buenas noches, Monserrat. —Su voz sonó cercana, grave, como si la conociera de toda la vida. Bueno, la conocía.

—Buenas noches, Julián. —Nos saludamos con un roce de mejilla, cordial, contenido, au