MONSERRAT
Un año.
A veces me parece increíble pensar que ya pasó un año desde que el mundo se me vino abajo. Desde aquella noche en que Ignacio me dejó para siempre, y apenas unas semanas después también lo hizo mi abuelo Alfredo. No supe cómo seguir. Me derrumbé por completo, como si me hubieran arrancado de cuajo dos de mis raíces más profundas.
Ese primer año fue un vacío inmenso. El dolor me paralizó, me dejó sin ganas, sin fuerzas, sin motivación. No solo en mi vida personal, sino también