Su grito de sorpresa , se ahogó contra la boca de Marco, quien la besó como si se estuviera acabando el mundo.
Luchaba por librarse de su agarre, con uñas y dientes, pero él no la soltaba.
—Fiera.— Murmuró Marco, divertido.
—¡Violador!—chilló ella, colérica.
Marco soltó una risita.
—No te estoy violando, cara. Solo estoy intentando ayudarte a entrar en razón.
Eso la paralizó. Estaba comenzando a sudar frío.
¿Estaba alucinando? Tenía que estarlo.
Marco no podía haber sonado exactamente igual que Casanova.
—¿Qué te sucede, bella?— susurró él, contra su cuello.–te has puesto pálida de pronto.
¡ No!
Ella tenía que estar equivocada. ¡No podía ser!
Aprovechando que ella permanecía atónita, Marco la volvió a besar. Esta vez, lo hizo con lentitud, con delicadeza, derramando en cada movimiento de sus labios el terrible sufrimiento que le estaba produciendo tener a la mujer que tanto deseaba tan cerca pero tan lejos.
Ella rompió el beso, apartando su rostro de él y manteniendo una