Cuando despertó, notó que en su habitación habían alrededor de diez ramos de flores. Rosas, orquídeas, caléndulas y jazmines perfumaban todo el lugar.
Junto a su mesa de noche encontró una nota:
“ Un pétalo por cada vez que me fui de casa sin darte un beso.”
Sheila se mordió el labio inferior, bufando de frustración y estrujando la nota en su mano.
Esta situación no podía continuar, tenía que recalcarle los puntos sobre las ies a Marco. El hombre no podía seguir creyendo que ella era su monigote, y que un par de tonterías cómo estas la harían cambiar de opinión.
Por desgracia, las cosas con Casanova se habían ido al carajo, y le dolía. ¡Le dolía tanto!
Después de años de mantener su corazón bajo llave había aparecido ese sexy italiano que había puesto a prueba sus límites.Sheila se sonó la nariz con un pañuelo de papel.
Necesitaba ayuda profesional.
Tomó su celular y marcó el número de su más fiel y confiable consejera.
—No me lo puedo creer. No puedo creer que te halla hecho