Mia
El verdadero poder no siempre se grita. A veces, se escribe con tinta invisible y se susurra en los rincones donde los demás no miran.
Eso pensé mientras me ajustaba la blusa de seda color marfil y me ponía los tacones con la misma precisión con la que afilo un argumento legal. Porque hoy no iba a sentarme a su lado como una asistente dócil. Hoy iba a recordarle que yo también tengo garras… solo que las uso cuando nadie las espera.
Cuando llegué a la oficina, Alexander ya estaba allí. Como siempre. Con esa calma antinatural, ese control quirúrgico sobre el tiempo, el espacio… y sobre mí. O al menos eso cree.
—Buenos días —dije, con una sonrisa t