MiaHay algo intoxicante en el poder absoluto. Y a veces, me pregunto si mi obsesión por controlarlo todo ha sido lo que me ha mantenido firme, o si simplemente no soy capaz de dejarlo ir.Desde que Mia entró en mi oficina y jugó su carta de desafío, algo en mí se agitó. No es la primera vez que alguien se atreve a cuestionarme. No es la primera vez que me desafían. Pero sí es la primera vez que lo hacen con esa sonrisa retadora, esa mirada arrogante que dice más que mil palabras. Como si ella estuviera segura de que puede ganarme.No me equivoqué. Mia sabe lo que está haciendo. Y es eso lo que me pone más nervioso. La últ
MiaLa puerta de mi oficina se cerró con un sonido suave, casi imperceptible. Pero, para mí, fue un golpe sordo que resonó en todo mi cuerpo. No había forma de negar que Alexander había logrado tocar un punto sensible en mí. Y eso me enfurecía. Porque, a pesar de todo, algo en su mirada, algo en la forma en que controlaba todo, me hacía cuestionar mis propios límites.Mi mente no paraba de dar vueltas al enfrentamiento de hace unas horas. Su presencia, esa forma en que dominaba la habitación con su silencio calculado, me mantenía alerta. Nunca había conocido a alguien como él. Y lo peor de todo es que, sin quererlo, me sentía atraída por esa confianza insana que desprendía.
AlexanderEl evento se desarrolla con la frialdad calculada que caracteriza a todas mis reuniones. La gente aquí no sonríe sin motivo, no hay cordialidad sin ganancia detrás. Es un juego, un gran juego en el que todos están buscando el siguiente movimiento que les dé poder, influencia o dinero. Y a mí me gusta controlar las jugadas.De reojo, la veo entrar. Mia, con su vestido negro, que le sienta como si hubiera sido hecho para ella. No porque lo esté mirando con algún tipo de deseo (eso no es algo que me permita), sino porque su presencia tiene algo que automáticamente me obliga a estar más atento. Es como una chispa en un lugar repleto de sombras.No es la primera vez que la veo en una gala como esta
MiaLa noche transcurre entre sonrisas forzadas, manos firmes y miradas cargadas de significados no dichos. Las conversaciones se convierten en ecos distantes mientras la habitación se va llenando de una quietud incómoda. Yo, por supuesto, soy una excelente actriz. Lo he sido toda mi vida. Pero esa mirada de Alexander, esa forma en que su presencia lo invadía todo, hacía que me costara mantener las apariencias. Mi pulso acelerado, la sensación constante de que me estaba observando, sentía como si estuviera expuesta, sin protección.Me siento al borde de una línea invisible, casi a punto de cruzarla. Pero algo me detiene. No sé si es la amenaza implícita en sus palabras o el deseo de mantenerme firme en mi postura, en mi control. Pero sé que algo ha
Mía—¿Estás segura de querer firmar esto, Mia? —La voz de Alexander Pierce era como una daga envuelta en seda—. Porque una vez que lo hagas, tu libertad deja de pertenecerte.No pestañeé. No podía darme el lujo de titubear.—Estoy segura.Mintiendo como una experta.Dicen que los abogados vendemos nuestra alma en cada contrato.Mentira. Yo la vendí antes de firmar.Pierce Holdings no era una empresa. Era un coliseo. Un lugar donde el mármol pulido y los ventanales infinitos no ocultaban la naturaleza del juego: devorar o ser devorado.Y Alexander Pierce… era el león que gobernaba el espectáculo.No llegué aquí por una entrevista tradicional. No hubo filtros de recursos humanos, ni pruebas psicotécnicas, ni promesas vacías en correos electrónicos. Solo una llamada anónima a las once de la noche y una cita al día siguiente. Piso cincuenta. Oficina privada. Reunión directa con el CEO.Sabía lo que eso significaba.Y aun así, vine.—Mia Donovan —anuncié al llegar, entregando mi currículum
AlexanderNunca he creído en las coincidencias.Todo en mi vida ocurre por estrategia, cálculo… o error ajeno. Y Mia Donovan, con su vestido negro ajustado y su mirada imperturbable, no parecía el tipo de mujer que aparecía en mi oficina por accidente.La observé desde la pared de vidrio esmerilado que daba a la sala de juntas. Ni siquiera sabía que ya la estaban presentando al equipo. Estaba puntual, como esperaba, pero sin ese aire de servilismo que suelen adoptar los nuevos cuando pisan Pierce Holdings por primera vez.Tenía la espalda recta. El mentón alto. La mirada afilada.Esa mujer no buscaba integrarse.Buscaba dominar.—¿Seguro que es buena idea tenerla tan cerca? —preguntó Ethan, mi jefe de seguridad, sin apartar la vista del informe que sostenía—. Esta abogada tiene demasiadas credenciales… y demasiadas razones para tenernos en la mira.—Precisamente por eso la quiero cerca —respondí sin apartar la mirada de la sala—. Así sé exactamente cuándo apuñalará.Ethan bufó, pero n
MiaLo supe apenas vi el correo."Organizar evento privado de bienvenida para los socios de Blackstone Inc. – esta misma semana. Ubicación a definir. Catering exclusivo, lista de invitados VIP, presentación de resultados del trimestre, sin exceder los 300 mil dólares. Código de vestimenta: elegante, pero no ostentoso. Plazo: 72 horas. Preguntas, dirigirlas a: nadie."¿Una broma?No.Era Alexander Pierce.Y su retorcida forma de decir “bienvenida al infierno”.Apreté la mandíbula mientras cerraba el portátil. No me contrataron como organizadora de eventos. Soy abogada. Magna cum laude, Harvard Law. Podría estar liderando una fusión millonaria en este momento. Pero no. Aquí estoy, buscando floristas de último minuto que no huelan a desesperación.—¿Estás bien? —preguntó Olivia, una analista que había sido asignada como mi “apoyo”.Le lancé una sonrisa tan falsa como el presupuesto de ese evento.—Perfecta. Solo necesito encontrar una locación que esté libre, tenga vista al skyline, teng
AlexanderEl poder no es un privilegio. Es una defensa.Eso me lo enseñaron a la fuerza.Por eso leo los informes con obsesiva puntualidad. Por eso mando a verificar cada dato, cada nombre. No confío en nadie que no haya intentado traicionarme al menos una vez. Y esta semana, en particular, no puedo dar espacio a errores. Blackstone Inc. está a punto de cerrar uno de los acuerdos más grandes del año. No necesito distracciones.Excepto que ella ya lo es.Mia Donovan.Su nombre no debería estar en mi cabeza a estas alturas. Una simple abogada más. Competente, sí. Insolente, también. Pero reemplazable.Sin embargo…Desde el momento en que me enfrentó en el evento, frente a mis propios socios, se metió bajo mi piel como una astilla. Invisible. Dolorosa.Y por eso estoy leyendo su informe personal por tercera vez. No porque me importe, por supuesto. Sino porque cada debilidad debe conocerse antes de que se convierta en un problema.Una línea resalta entre las demás.“Donovan, Liam. 22 años