Días después de la revelación pública
El escándalo seguía retumbando en todos los rincones de la ciudad.
Las redes no paraban de hablar del momento en que la Dama Misteriosa se quitó la máscara y pronunció su verdadero nombre: Aelin Valtierra.
Pero mientras la prensa, los empresarios y hasta los enemigos se reacomodaban para digerir la nueva realidad, en una casa más modesta, dos figuras del pasado se enfrentaban a algo mucho más incómodo que el asombro:
Mansión Valtierra.
El noticiero repetía el clip de la gala. Una y otra vez, Aelin removía su máscara.
esa mirada helada atravesaba la pantalla, ya no era la misma Aelin que se escapó.
Amanda dejó caer la taza de café. —Es ella —susurró—. Es nuestra Aelin.
—No —corrigió Esteban, tragando saliva—. Ya no es nuestra nada.
Amanda se cubrió el rostro con las manos. —Dios mío… la despreciamos. Y ahora…
—Ahora es más poderosa que todos nosotros juntos —dijo Esteban con tono seco—. ¿Qué demonios le hicieron? ¿Y dónde estuvo todo es