Mientras Dayana y Thiago volaban de regreso, en México, en un lugar apartado de la ciudad, se encontraba Carmina Covalín, prácticamente incomunicada.
Ella no entendía qué había sucedido, ni sabían dónde estaba, pues lo último que recordaba era que, había salido de casa para comprar comestibles.
- Carmina, Carmina, Carmina Covalín, dime una cosa, ¿Hasta cuándo dejarán de darme molestias los Covalín?
- Debí suponerlo, Cedeño, ¿Qué demonios quieres? -dijo Carmina asustada.
- ¿Cómo? ¿Así saludas a tu cuñado?
- Luis Cedeño, ¿Qué demonios quieres? -dijo Carmina desde su trinchera.
- Pensé que sabías para qué te busqué.
- Y yo, ¿Cómo carajos voy a saber qué demonios quieres?
- ¿Acaso no te has enterado?
- Déjate de rodeos, Cedeño, di lo que quieras decir… -dijo Carmina, alejándose al ver al marido de su hermana acercarse peligrosamente a ella.
Antes de que Carmina Covalín pudiera moverse, Luis la tomó del mentón y, con una mirada que a Carmina le provocaba escalofríos, le dijo:
- ¿