Thiago miró a la mujer que tenía frente a él, era evidente que estaba librando una batalla interna al igual que él.
Para Thiago no era secreto que ella lo odiaba con todas sus fuerzas y no podía culparla, él, muy, muy en el fondo, sabía el motivo de aquel gran odio, él había sembrado esa semilla y ahí estaba germinando delante de él; sin embargo, sé sabía que no tenía el coraje para admitirlo, por lo que con arrogancia dijo:
- Dayana, me estoy cansado de esperar, recoge tus malditas casas y las del niño. En este momento, tienes menos de una hora, ¿Entendiste?
- ¡No voy a ir contigo! Mi vida está aquí, es mucho o poco, esta es mi vida y la de mi hijo. Si me voy contigo, es claro que tú me arrebatarás todo esto y también es claro que quieres estar conmigo tanto como yo, así que no nos hagamos la vida imposible, tú sigue tu vida como la llevabas hasta ahora y nosotros haremos lo mismo.
- Dayana, para ese tipo de cosas, ya es bastante tarde, tu padre y el mío han decidido y se hará lo