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Capítulo 4: Un beso… Un comienzo

Habían pasado dos meses desde que Dayana había comenzado una relación con un chico del que misteriosamente no hablaba con Lili. La chica prácticamente lo veía todos los días, lo que provocaba que Lili se quedara en el apartamento y conviviera con Gabriel cuando se daba la oportunidad.

Lili, poco a poco, se fue sintiendo más segura y suelta, incluso podía entablar conversaciones más largas con el joven, el cual, mostraba un interés genuino en las cosas que Lili le contaba.

Un día que Day y Lili trabajaban en su proyecto, la joven sorprendió a su mejor amiga con una pregunta que hizo:

- Day, ¿Gabriel sabe que yo soy autista?

- No, no le he dicho… ¿Por qué la pregunta?

- ¿Por qué no le has dicho?

- Lili, ya te he dicho que tú no eres autista, ese médico de tu familia es un pendejo, tú solo, bueno, solo tienes un poco de problemas de timidez, pero mírate, incluso con Gabriel, pláticas como si nada… Además, no voy por la calle diciendo: ¡Hey, ella es Lili, es autista! Amiga, deja de mortificarte por eso, tú eres Liliana Cedeño y ya.

- Day, ¿Puedo pedirte un favor?

- ¡Claro! ¿Cuál favor?

- No le digas que soy autista…

- Lili, ¿Qué te acabo de decir?

- Sí, pero no quisiera que me comenzara a ver raro…

- Yo no te veo raro, eres mi amiga y tal como tú lo haces conmigo, te aprecio por lo que eres, no por lo que digan los demás…

- ¡Solo promételo!

Day levanto la mano y dijo:

- Lo prometo, no le diré nada a Gabriel sobre algo que, no creo que sea necesario decir.

- ¡Gracias!

- ¡De nada! ¡Oye! Mira la hora, debo irme…

- Day, algún día ¿Piensas decirme con quién sales?

- Hmm… Sí, pero primero deja que se den las cosas, antes no, porque se me vaya a cebar…

- ¡Bien! Espero que sea verdad lo que dices…

- ¡Claro! ¿Cuándo te he mentido?

- ¡Nunca!

- ¿Entonces? -dijo Day, levantándose y yendo a su habitación a cambiarse.

Luego de ver cómo su amiga se iba, Liliana regresó a lo que estaba haciendo. Tras un par de horas, claramente logro escuchar como alguien que ella perfectamente bien sabe quién es, está por llegar, acto seguido, al ver la puerta abrirse, levanta la cabeza y lo ve.

Aquel hombre le roba el aliento, la pone nerviosa, la hace sonrojarse.

- ¡Hola, Lili! ¿Cómo estás? -dice el joven llegando a casa.

Algo que no pasó desapercibido por la chica, fue la pequeña caja de cristal que llevaba en sus manos. Lo cual, como primera reacción, la hizo sentir incómoda e internamente se preguntaba: ¿Para quién podría haber comprado aquella caja?

- Lili… -dijo Gabriel viendo como la chica no respondía a su saludo y miraba la caja que llevaba en manos.

- ¡Oh! Sí, perdón… ¿Qué me decías?

- Nada… Solo te saludaba…

- ¡Ah! ¡Hola, Gabriel! -dijo la chica, sintiéndose descubierta.

- Lili…

- Sí, dime…

- ¿Qué te parece si hoy te llevo a casa, pero en el camino vamos a un café?

- ¿Cómo?

- ¡Anda! ¡Vamos! Tengo algo que quiero platicar contigo…

- ¿Conmigo? -dijo la chica dudando un poco de aceptar.

- Sí, supongo que Day debe estar con aquel misterioso joven con el que sale. Al final, ambos sabemos que terminaré llevándote a casa.

- ¡Oh! Perdón…!

- No tienes por qué disculparte, ¡Vamos! -dijo el hombre moviendo la cabeza.

Algo que llamaba la atención de la chica, era que Gabriel no soltaba la caja de cristal que llevaba en las manos.

- ¡Está bien! -dijo Liliana levantándose del suelo de la sala donde casi todos los días la encontraba Gabriel.

Tras unos minutos en auto, llegaron a uno de los tantos cafés que había en la Condesa, ahí pidieron uno para llevar y fueron a caminar por un parquecito que había cerca.

Era diciembre y la ciudad comenzaba a iluminarse con luces navideñas, las calles ya olían a ponche y ya se podía sentir que la Navidad iba llegando.

- Lili… Quiero platicar de una cosa contigo. -dijo Gabriel mirándola.

La joven debía admitir que se puso nerviosa con aquella mirada, por lo que se aferraba al vaso de café con sabor a almendra, que llevaba en manos.

- Ven, sentémonos un momento. -dijo el joven estirando su mano para tomar la mano de la chica.

Ella miraba su mano, el frío que sentía hace un momento, se calmó al sentir la calidez de la mano de aquel hombre.

- Lili, sé que llevamos poco tiempo de conocernos, pero, me agradas, la verdad, me agradas mucho. Me gusta llegar a casa y verte asomando la cabeza como zarigüeya, me gustan esos ojos color caramelo que tienes y me gusta mucho tener con quién platicar de cosas en general. -dijo Gabriel sin soltar la mano de la chica.

Gabriel llevaba al menos un mes pensando en la chica. Ella realmente le gustaba, ella tenía algo que él nunca había experimentado.

Liliana no lo veía como las demás chicas con las que había salido, ella podía llevar una plática con la naturalidad y madurez que no cualquier chica de su edad podía llevar.

El joven sabía que la diferencia de edad que tenían, podría ser un inconveniente, pero él no haría nada que ella no quisiera, por lo que, él quería tantear el terreno con la joven.

- Lili… -dijo Gabriel volteando a verla. - ¡Me gustas! ¡Me gustas y mucho!

Aquellas dos o tres palabras tomaron por sorpresa, de todos los escenarios posibles, jamás habría creído que Gabriel le fuese a decir aquello.

- Gabriel… -dijo la chica sonrojándose y poniéndose nerviosa.

- Sí, Lili, sé que te llevó casi 5 años, pero, he pensado mucho en esto, he intentado sacarte de mi cabeza, pero no puedo y, entiendo que no es algo que sea correcto. Tú debes tener algún chico de tu edad que te guste y no creo que alguien como yo pueda llamar tu atención, pero necesitaba decírtelo. -dijo Gabriel, avergonzándose de su confesión.

- Ga… Gabriel… Tú… Tú tam… -intentaba decir Liliana algo, pero sus nervios la traicionaban y la hacían tartamudear. – Me… Me gustas… -dijo la chica aferrando la mano a la orilla de su abrigo.

Aquella respuesta y la mirada de la chica, tomo por sorpresa a Gabriel, tanto que no lo pensó dos veces y tomó del rostro de la chica, para besarla.

Tan pronto como Gabriel posó sus labios en los de Liliana, ella sintió como si un montón de mariposas hubieran despertado en su estómago, su piel se cubrió de un extraño cosquilleo, sus manos temblaron y todo a su alrededor desapareció.

Liliana jamás había sido besada y menos de esa manera, en un principio se había quedado pasmada, por lo que Gabriel suavemente fue dirigiendo sus labios, era evidente que ella lo seguía de una manera torpe, pero lo seguía.

Estaba claro que con aquel beso, se daba el inicio de algo que ninguno de los dos sabía hacia dónde los llevaría.

Al dejar de besarla, Gabriel se percató de que Liliana seguía con los ojos cerrados y una lágrima salía del rabillo de su ojo, acto seguido, la tomó del cuello, la besó con más ternura y dijo:

- Liliana Cedeño, ¿Quieres ser mi novia?

Ella estaba nerviosa, pero sabía que este tipo de cosas no suceden dos veces, así que se forzó a responder y moviendo la cabeza de forma afirmativa, se obligó a pronunciar un sí.

Gabriel sonrió ante la respuesta de la chica, luego de ello ambos se levantaron, él la abrazó y caminaron dando vueltas por aquel parque hasta que fue momento de llevarla a casa.

Al subir al auto, Gabriel tomó del asiento trasero la caja de cristal y se la entregó. Ella miró la flor que había dentro y comenzó a llorar silenciosamente.

En esa época, las cajas de cristal con flores dentro eran muy populares y hasta era considerado un regalo costoso. Ella podía ver que cada 14 de febrero, muchas chicas recibían una, pero sabía que, aunque le gustaba y se imaginaba que el chico que le gustaba, le regalaba una, eso solo era una fantasía.

En ese preciso momento, ella tenía una caja con tres orquídeas color rosa dentro, tal como lo que imaginaba recibir en el pasado.

Liliana sabía que este día sería algo que atesoraría toda la vida, puesto que, podía decir que era el mejor día de su vida. El chico que le gustaba le había pedido ser su novia, le había dado su primer beso y le había regalado un detalle que ella jamás pidió, pero que con gusto aceptó.

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