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Capítulo 3: ¿Qué planes tienes a futuro?

Al mes de haber regresado a clases, Dayana expuso a sus compañeros ante los profesores y directivos del colegio, esto debido a que, el colegio había pedido que se organizaran en equipos para una tarea de fin de curso y nadie quería integrar a su amiga en los estos.

Liliana podía ser hija de Luis Fernando Cedeño, un importante empresario y político, pero eso solo aplicaba para Thiago, quien, siempre tenía gente a su alrededor queriéndose ganar su simpatía y gracia.

Al final Lili y Day terminaron haciendo pareja para esa tarea, lo que hizo que la joven pasara la mayor parte de las tardes en el apartamento de Dayana. Lugar donde, de vez en cuando, se topaba con Gabriel, quien no lo aceptaba delante de Day, pero llamaba su atención; sin embargo, debido a su timidez, no se atrevía a cruzar palabra más allá del saludo.

Gabriel no era mala persona, solo era que su imponente presencia, la hacía sentirse apenada e intimidada.

Una de las tantas tardes que pasaban juntas, Day la sorprendió cuando le dijo que tenía una cita con un chico, así que Lili se quedaría sola trabajando en el proyecto.

La chica solo vio cómo su amiga se fue sin decirle en qué tiempo regresaría. Cuando se dio cuenta, ya había anochecido, estaba por pedir un taxi de aplicación, pero, se llevó un susto de muerte, cuando la puerta del apartamento se abrió de forma ruidosa.

- ¡Day…! ¡No me vas a creer el loco día que tuve! Realmente necesitamos pizza y cervezas… -dijo Gabriel en voz alta.

Liliana no sabía qué le ocurría, pero cada vez que veía a Gabriel entraba en pánico. Ella solía hablar bien cuando se sentía cómoda, pero delante de alguien desconocido o alguien que le gustase, solía tartamudear.

- Da… Day… No, no está… -dijo Liliana levantando la cabeza tal cual zarigüeya.

- ¡Ah! ¡Hola, Lili! ¡Perdona que llegue casi gritando! Creí que solo estaba Day, ¿Sabes dónde está? -dijo Gabriel, cambiando el tono de voz.

Liliana solo movió la cabeza en negación.

- Bien, pues al no estar Day… ¡Anda! ¡Ven! ¡Vamos a cenar, muero de hambre! -dijo el hombre guiñándole el ojo.

Liliana estuvo a punto de negarse, pero internamente, algo le dijo que se quedara, que no pasaba nada, además, mañana era sábado y no debía levantarse temprano.

Luego de convencerse de que era lo correcto, lentamente , se levantó del suelo y caminó hacia el comedor, donde ya estaba la pizza y las cervezas que Gabriel había llevado.

- ¡En un momento regreso! -dijo Gabriel desde su alcoba.

Liliana fue a la cocina por platos y todo lo que necesitarían para cenar. Caminaba hacia el comedor cuando de pronto apareció Gabriel solo con pantalones deportivos y camiseta en mano, lo que provocó que Lili se sintiera avergonzada, tirando en el proceso un plato.

- ¡Ay! -gritó Liliana.

- ¡Tranquila! ¡Tranquila! Ni te muevas, ahora mismo levanto esto… Discúlpame, Lili, es solo una broma que suelo hacerle a Day. Los primeros días sucedió lo mismo, pero ahora ella ya se ha acostumbrado. -dijo Gabriel levantando los fragmentos del plato.

- Lo… Lo lamen… Perdón… -dijo Lili, sintiendo culpa.

- ¡Va! ¡No te preocupes! ¡Anda! ¡Vamos a cenar! De verdad, ¡Muero de hambre!

Liliana y Gabriel tomaron asiento y comenzaron a cenar. Para la chica vivir algo como eso, era totalmente nuevo, la luz era tenue, la pizza, ella y él, se imaginó que así era como ir a cenar con un chico, lo cual la hizo sonreír para sus adentros.

- Y bien, Lili, ¿Qué hacen todas las tardes hasta estas horas de la noche?

Liliana trataba de calmarse, no podía hablar de los nervios.

- ¡Oh! ¡Qué desconsiderado soy! ¡Ten! -dijo Gabriel abriendo la botella de cerveza con los dientes.

La joven lo vio y eso realmente le sorprendió.

- Tú… Tus dientes… Sé, pueden, caer… -dijo Lili con dificultad.

- ¡No! Llevo haciendo esto un par de años y siguen intactos.

Liliana no solía tomar cerveza, lo había hecho en una o dos ocasiones con Day, sabía que no era correcto, pero cuando lo hacía, era como un acto de rebeldía que, de vez en cuando, se daba la oportunidad de experimentar.

Ella bien podía rechazarla, pero en su cabeza no sonaba tan mal, la chica creyó que tomar solo una como en otras ocasiones, no sería tan malo.

- ¡Liliana, Liliana! Sí que eres una chica muy callada… Me agradas, no me gustan las personas que hablan hasta por los codos. -dijo Gabriel sorprendiéndola.

- ¿Qué, que pasa con Day? -dijo Lili sonriendo.

- Con ella no tengo remedio, debemos coexistir en este apartamento, pero, si me preguntas, no me agradan las chicas parlanchinas.

- ¿Por... ¿Por qué?

- Bueno, suelo ser más del tipo reservado y solo cuando alguien llama mi atención, suelo poner atención.

- ¡Oh! Yo todo el tiempo soy callada… -dijo Liliana sin tartamudear.

- Por eso estoy conversando contigo… -dijo Gabriel, haciéndola sonrojar.

- Ja, normalmente casi nadie habla conmigo y me ven como la rara por no hablar. Tú hablas conmigo porque no hablo, eso es curioso. -dijo la chica poco a poco, soltándose y dejando los nervios atrás.

- Bueno, ahora que lo veo, no eres tan callada. Liliana, cuéntame, ¿Qué planes tienes a futuro?

- ¿Cómo? -preguntó Liliana, intrigada.

- Sí, estás en último año, ¿Has pensado en qué vas a estudiar saliendo de la preparatoria?

- Bueno, desde niña he querido ser bailarina de ballet, ¡Quiero ser bailarina de ballet clásico! -dijo Liliana con un brillo especial en los ojos y una voz sumamente convencida.

Gabriel se dio cuenta perfectamente bien de aquel brillo y tono en el que le contaba su sueño.

- ¿En dónde piensas hacerlo? ¿Tienes alguna escuela en mente?

- ¡Sí! ¡Juilliard! ¡Quiero aplicar ahí!

- ¡Oh! ¡Si qué piensas en grande! -dijo el hombre sonriente.

- ¡Sí! Mi madre estudió ahí… -dijo Liliana con orgullo.

- ¡Wow! Es decir, que ya lo traes en las venas…

- Bueno, aún no entro, así que, solo lo sabremos cuando aplique para un lugar en Juilliard… -dijo tímidamente.

- ¡Pues a practicar! -dijo Gabriel levantando la caja de pizza y mirando el reloj.

- Creo que voy a pedir un taxi, Day simplemente no regresa y ya es un poco tarde.

- Toma tus cosas, te llevo a casa… -dijo Gabriel, mirando cómo aquella joven tenía las mejillas sonrojadas.

Ella se sorprendió al escuchar aquellas palabras, se negó, pero él insistió, además de tomar su mochila y esperarla en la puerta.

- ¡Está bien! ¡Está bien! ¡Vamos a casa! -dijo Liliana con una fluidez y soltura que en pocas ocasiones se permitía.

Tras unos minutos en el auto, Liliana y Gabriel estaban fuera de la mansión donde ella vivía, ella bajó del auto, dijo adiós con su mano, sonrió y entró a casa. Gabriel no se marchó hasta verla cómo desaparecía entrando a su casa.

Esa noche, Liliana se sentía un poco mareada, afortunadamente su padre ya estaba encerrado en su estudio, de lo contrario, el castigo sería ejemplar.

Ya en su habitación, Liliana estaba recostada en su cama, sonreía mientras sentía cosquillas en el estómago. Prácticamente, esta era la primera vez que la joven había cruzado más de dos palabras con Gabriel y no solo eso, también era la primera vez que platicaba con un chico sin que alguien la ayudara.

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