Gabriel se encontraba trabajando en su oficina, trataba de concentrarse, pero, por más que lo hacía, no podía, Luis Cedeño le había dicho que hoy no iría a la oficina, puesto que, él, hoy iría a recoger a Liliana a la clínica de un tal doctor Bauer, el hombre que había diagnosticado y atendido a Liliana desde que tenía 4 años.
Por comentarios de Luis Cedeño, se había enterado de que, de acuerdo con los diagnósticos del doctor Bauer, Liliana estaba en un punto de no retorno. Aquello de momentos le parecía poco creíble, puesto que el día que él cruzó palabra con ella, sinceramente, Liliana no mostraba ningún signo de locura o pérdida total de conciencia.
Gabriel debía admitir que ese día había quedado grabado en su mente y no podía quitarse aquella extraña sensación de incomodidad. Sabía perfectamente bien que Liliana no estaba bien, él lo pudo ver con sus propios ojos el día que atacó a Frida.
Su esposa se había encargado de darle santo y seña de lo que había ocurrido, en palabras de Fr