Liliana podía sentir el frío en sus mejillas, entró a un café al que acostumbraba a pasar, tomó asiento en un lugar donde tenía vista al exterior. Bebía cada gota de café mientras observaba cómo las personas iban y venían.
El nombre Theodore Howard no puede salirse de su cabeza. ¿Quién era esa persona? ¿Por qué la tía Mina decía que era el único que su padre no podía tocar? ¿Realmente sería capaz de ayudarla?
Sacó su móvil, digitó los números de aquel hombre, estuvo a punto de tocar la tecla para llamar, pero titubeó. ¿Qué le diría? ¿Qué haría? ¿Cómo explicaría que ella era la hija de Aria Rousseau?
- ¡Dios, Liliana! Deja de ser una maldita cobarde… -se dijo a sí misma.
Borró los números y guardó su móvil; aún no había tomado aquella importante decisión. Liliana no recordaba cuándo había sido el día que había hecho algo intrépido.
Desde que ella y Dayana pelearon, jamás volvió a saber de ella y, por ende, la única persona que realmente creía en sus habilidades, ya no la instaba a