En algún lugar de Portugal, Dayana observaba el par de zapatos del pequeño Rui.
- Rui, ¿Qué te he dicho? ¿No me regalan los zapatos? ¿Sabes? -dijo Dayana, mostrándole el zapato roto a su pequeño hijo.
- ¡Lo siento, mamá! -dijo el pequeño Rui apenado.
La joven mujer, al ver al niño con cara de culpa, no pudo más que abrazarlo y sonreír.
- ¡No te preocupes! ¡Ya se nos ocurrirá algo! Ahora vamos a casa, mamá, hoy está exhausta… -dijo Dayana cargando al pequeño Rui.
- ¡Mami! ¿Podemos comprar un pastel?
Dayana sabía que solo traía en el bolso lo justo para salir la semana, pero, por otro lado, veía a su pequeño hijo y no podía negarse. Él no había pedido nacer y no tenía la culpa de las tonterías que en su juventud cometió.
- Hmm… ¡Solo si es de fresa! -dijo la mujer, diciéndose a sí misma que ya vería cómo le haría para sacar la semana.
- ¡Mami! ¡Ese es tu favorito!
- ¡Exacto! ¡Muaja ja! -dijo Dayana con una amplia sonrisa en el rostro.
- Hmm… ¡Hoy quiero probar de chocolate!
- ¿De verdad?