- Gabriel, ¿Cómo estás, amigo? -preguntó John al ver a su amigo nuevamente en México.
Hoy era el primer día en su nuevo puesto, Gabriel esperaba que Dayana se comunicara con él, tal como se lo había solicitado a Heinrich, pero este había sido muy enfático: si ella se rehusaba a regresar, él no la presionaría.
- ¿Cómo crees que estoy? -preguntó Gabriel con un tono pausado, el cual significaba muchas cosas.
- Sabías que ella no se iba a comunicar, dale tiempo, ella debe asimilar muchas cosas, digo, no creo que para ella sea fácil todo lo que ha vivido. Estoy muy seguro de que el tiempo será sabio y en algún momento hará que ustedes puedan volver a hablar.
- ¡Gracias, John! Pero sabes bien que son puras mentiras, ¿Verdad?
- Amigo… Tú mantén la calma, no fuiste el único que la lastimó, había muchos que veíamos la situación y nos hacíamos de la vista gorda, ¿No lo crees?
- Pero ustedes no eran su familia, ¡Yo sí!
- Gabriel, dime una cosa, ¿Qué ganas con martirizarte? Enfócate en ti,