Capítulo 2: ¿Quién es él?

Luis Fernando Cedeño, tras la muerte de Catalina, la madre de Liliana, se había vuelto a casar. Hoy día, tenía dos hijos más con su nueva esposa.

La joven, a sus 5 años, no entendía bien, pero cuando su padre se casó con Rebeca Aldama, ya tenía un hermano dos años más grande que ella y una hermana dos años menor.

En la actualidad, los tres estudiaban en el Colegio Cumbres International School y Peterson, Liliana y Thiago, estaban en el mismo año, ya que eso de estudiar no se le daba muy bien a su hermano mayor. En el caso de su hermana menor, estaba por comenzar a cursar la preparatoria.

Tal como cada año, el señor Cedeño llevó a sus 3 hijos al colegio, Thiago, como hermano mayor, llevó a Cinthia a conocer las instalaciones y más que nada a presentarle a su grupo de amigos.

En el caso de Liliana, Thiago, la trataba diferente, al considerarla “la enferma”, prefería que no lo relacionaran con ella, por lo que tan pronto bajaron del auto, se alejó de su media hermana.

La joven, ya estaba acostumbrada a los desplantes de sus hermanos y familia, así que no se inmutó por aquella actitud.

Liliana, simplemente, se quedó parada en la entrada, miraba para ambos lados de la calle, pero parecía no encontrar a quien ella buscaba, lo cual, la hizo sentir un poco triste, era el primer día de escuela y sabía que su mejor amiga bien podría llegar una semana después.

- ¡LILI! ¡AMIGA! -se escuchó el grito de una chica al otro lado de la calle.

Al escuchar aquello, Liliana sonrió y comenzó a saludar desde lejos a su mejor amiga, Dayana Garza Cantú, era hija única de un importante petrolero en el norte del país.

Liliana alcanzó a ver cómo su amiga se despedía de un atractivo hombre vestido con un elegante traje oscuro, quien luego de despedirse de su amiga, subió a un impresionante deportivo y se fue a toda velocidad del lugar.

- ¡Hola, Lili! ¿Cómo estás? -dijo Dayana abrazando a su amiga de manera efusiva.

- ¡Hola, Day! Te estaba esperando, por un momento pensé que no vendrías…

- Sí, me quería tomar unos días más, pero bueno… ¡Ya estoy aquí!

- Day, ¿Quién era el chico con quien llegaste? -preguntó Liliana curiosa.

- ¡Ay, no, no te preocupes! ¡Es mi primo! ¿Verdad que está guapísimo? Si no fuera mi primo, me lo cogería. -dijo Dayana con descaro.

- ¡DAYANA! Deja de decir esas cosas… O, al menos, no las digas en voz tan alta. -dijo Liliana, avergonzada.

- ¿Qué? Te da pena decir la palabra “coger”, amiga, hay palabras más limpias y significan cosas super sucias… Pero bueno, podemos llamarlo: echar pasión, un polvo, revolcarse, follar, hacer “cositas”, etc., etc. y más, etc.

Bueno, bueno, ya no hablemos de sexo, vamos dentro, que si no nos quedaremos fuera. -dijo Dayana con toda la naturalidad del mundo.

La joven Garza Cantú había llegado a la Ciudad de México, hacía poco más de un año, sus padres la habían enviado por seguridad.

Su vida era solitaria y al haber llegado a la mitad del curso, le había sido difícil adaptarse en los grupos de amigos existentes. Por lo que, al percatarse de que Liliana era la chica solitaria, callada y en muchas ocasiones “buleada”, por sus mismos compañeros e incluso su propio hermano, se acercó a ella y desde entonces nació una extraña amistad.

Dayana era extrovertida y hablaba hasta por los codos, mientras que Liliana era introvertida y le costaba pronunciar muchas palabras; sin embargo, a lado de Day como ella la llama, se sentía a gusto y podía mantener una conversación casi normal, salvo porque algunas veces tartamudeaba.

- ¡Oye! Regresando al tema del inicio, debo presentarte a mi primo, él va a estar viviendo en mi apartamento durante todo este año. Gabriel vino a hacer sus prácticas profesionales con uno de mis tíos, vive en Boston, pero ya casi termina la universidad, así que, igual y te lo ligas, ¿Cómo ves?

Liliana, al escuchar las palabras de su amiga, solo pudo sonrojarse, aquel primo, no era un joven, era un hombre hecho y derecho. Definitivamente, un hombre como él, jamás podría fijarse en una chamaca como ella y menos en una que es autista.

- No, creo que sea buena idea, yo no soy nada interesante. -dijo Liliana con timidez.

- ¡Estás loca! Tú eres super interesante, conoces un montón de cosas, eres inteligente, bella y sabes más cosas de las que cualquiera podría imaginar. Además, solo estoy diciendo que te lo voy a presentar, no te estoy asegurando que te vas a casar con él. ¿Sabes una cosa?

- Dime…

- A la salida va a pasar por mí, le diré que te vas con nosotros y te llevamos a tu casa, ¿Qué opinas? Sirve que te lo presento.

- ¿Tengo opción?

- No… Definitivamente no… -dijo Dayana con descaro.

El primer día de clases fue como cualquier otro día, nada en particular sucedió en la escuela, salvo una que otra broma pesada o comentario despectivo hacia Liliana, mientras que Dayana, harta de las tonterías de sus compañeros, buscaba la manera de defenderla.

A la salida, el mismo impresionante deportivo negro de la mañana, esperaba a Dayana en la entrada.

- ¡Te lo dije! -dijo Dayana dando un codazo a su amiga. - Gabo vendría por mí, así que mueve tu trasero y vamos, que ahora mismo vas a conocer a mi primo.

Liliana sonrió con nervios, ella conocía a su amiga y una vez que había tomado una decisión, difícilmente, cambiaba de opinión. Dayana, en más de una ocasión, le había dicho que ella no era autista, solo era un poco callada y distraída, si lo fuera, no entendería sus chistes, sarcasmos e ironías.

- ¡Primito, lindo, guapo y hermoso! -dijo Dayana al ver cómo un atractivo y alto joven descendía del deportivo.

Aquel caballero, ya no llevaba el traje completo, solo llevaba la camisa un tanto desabotonada, las mangas remangadas y unos lentes oscuros le daban aire de chico malo.

El joven tenía su cabello negro como la noche y un poco quebrado, junto a unas facciones masculinamente talladas, lo que le daba un aire de haber sido esculpido por los mismísimos dioses griegos, según pensaba Liliana al verlo más de cerca.

- Mira, ella es mi mejor amiga, Liliana Cedeño… -dijo Dayana con mucho entusiasmo.

- ¡Liliana Cedeño, mucho gusto! -dijo el hombre tomándola de la mano y dándole un beso en una de sus calientes y sonrojadas mejillas.

Liliana, sintió cómo sus piernas se le hacían como una gelatina, un nido de mariposa despertó en su estómago, y qué decir de sus manos, esas sudaban por cuenta propia.

En ese breve instante, Liliana se percató de un exquisito aroma a menta y cítricos, aquel, era un olor que le resultaba agradablemente embriagador.

- Soy Gabriel Garza Gonzaga… -dijo el hombre delante de Liliana.

- ¡Mu…! ¡Mucho gusto! -tartamudeo Liliana ante su nerviosismo.

La joven había aprendido a vivir con eventos de tartamudez desde el accidente de su madre, aquello, le sucedía cada vez que se ponía nerviosa o incómoda.

En este caso se iba por la primera opción, ya que un hombre como él, jamás se imaginó que la saludaría de esa manera.

Por años, claro que le habían gustado varios chicos, claro que había soñado con que alguno de ellos se fijara en ella. Ideas propias de una jovencita, pero, con el tiempo, se dio cuenta de que ninguno se interesaría en ella y las razones eran muy obvias.

Nadie quería ser relacionado con una chica enferma, por lo que la idea de que alguien se atreviera a verla con otros ojos, la había descartado desde hace muchos años.

- Bien, Gabo, ¿Nos llevas a casa? -dijo Dayana con una sonrisa de oreja a oreja.

La amiga no lo decía, pero ella conocía a su primo y él no era un chico que se dejara llevar por el qué dirán o por las apariencias. Sabía que, si su amiga y él convivían, era prácticamente un hecho que congeniarían inmediatamente.

Luego de una breve presentación, los 3 subieron al deportivo y fueron a casa, para Liliana, este había sido el mejor primer día de clases en toda su vida.

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