Luego de verse arreglada y perfecta, Darla salió de aquel penthouse y se dirigió al elegante y lujoso restaurant donde había hecho una reserva para encontrarse con aquel hombre de apellido Meisel.
Darla iba molesta, pero debía tranquilizarse, pues, por como pintaban las cosas, ya no sabía qué seguía a futuro.
Al llegar al lugar, para su gran sorpresa, al preguntar por la mesa, la anfitriona le dijo que el señor Meisel ya se encontraba en el lugar y que había cambiado la mesa a una zona más privada.
Darla quedó sorprendida, pues ella había reservado en un muy buen restaurante, el sitio era bello, pero que el hombre cambiara a algo privado, solo le indicaba dos cosas: quería privacidad para algo más o simplemente quería privacidad para algo más.
Darla sonrió maliciosamente, vivía en ese medio y sabía cómo se movían algunas cosas, así que, con porte elegante y altivo, caminó hacia donde la mujer le indicaba.
Al llegar a una de las zonas de mayor privacidad, la anfitriona abrió la pue